La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, en este Domingo IV de Pascua.
En el evangelio de Juan, Jesús se da a conocer por medio de varias metáforas, afirmando expresamente «Yo soy…»: …el pan, la luz, la puerta, el buen pastor, la resurrección y la vida, el camino, la verdad y la vida, la vid verdadera… De todas estas revelaciones, la del buen pastor es la que más se nos ha grabado en el corazón, a pesar de no pertenecer a una cultura agropecuaria como la suya. Pero captamos que un pastor refiere a un rebaño. Las ovejas nos sugieren un clima de mansedumbre y de ternura. Sin embargo, este pastor que presenta Juan tiene más los rasgos de un cordero que va al sacrificio: dos veces se insiste en el dar la vida y entregar la vida. Y este pastor se confronta con los lobos rapaces y se distingue de los mercenarios insensibles.
Pero ¿cómo puede un cordero guiar a otros? Es el método de Jesús, no nos guía como un jefe o un capitán. Nos guía identificándose con nuestra debilidad. Ahora bien, nuestro rebaño no tiene nada de bucólico, muchas veces se parece más a una jauría de lobos. Y la verdad es que puede haber un lobo agazapado en nuestro corazón que despierta en los momentos menos esperados.
Como sea el rebaño, Jesús se hace cargo de él y por todos ofrece su vida a cambio de nuestra liberación.
«Yo doy la vida», dice el Señor, ese es el sello de su autenticidad. Jesús es el pastor de calidad, el auténtico, el único cuya voz merece seguirse. Y lo seguimos, unidos en su conocimiento y amor.
Tengamos presente que el bautismo que hemos recibido nos ha consagrado como pastores y pastoras, no para gobernar, sino para servir a la vida de los demás, para colaborar en el bien común. Dar la vida por los demás es el camino de nuestra anhelada paz y reconciliación.
Evangelio (Juan 10, 11-18)
Jesús dijo:
“Yo soy el buen Pastor.
El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.
Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí, -como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque Yo doy mi vida para recobrarla.
Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre”.
