El pbro. Juan Francisco Pinilla, párroco de la Santa Cruz, nos comparte su reflexión en torno al evangelio de este Domingo XIX del tiempo Ordinario (texto al final de la meditación)
Hoy diríamos: “con los pantalones bien amarrados y su buena linterna led en la mano”. La imagen del evangelio nos indica una actitud esencial de nuestra vida cristiana: Vivir atentos, sin quedarse dormidos, sin relajarse. Los abuelos decían: Camarón que se duerme…
Esta esperanza era algo muy presente en las primeras generaciones de cristianos: El Señor vuelve y hay que estar atentos a su llegada. Con el paso de los siglos, la tensión se fue debilitando, aunque se renueva siempre en la Liturgia de la Iglesia, en el Credo de cada Domingo: “y vendrá con gloria…”, cada vez que rogamos: “ven Señor Jesús” y especialmente en el tiempo del Adviento.
¿Qué puede significar hoy, en nuestro Chile, estar atentos y despiertos y que no nos lleve la corriente? Sabemos que el Señor ya está con nosotros según su promesa, “estoy con ustedes hasta el fin de los tiempos”. Por lo tanto, esperamos la plenitud de su presencia, que hoy solo se nos da en la oscuridad de la fe; esperamos la realización clara de la fe oscura.
Creer que el Señor está viniendo, es un criterio de la misma fe. No lo vemos venir, al contrario, muchas noticias hablan más de su ausencia, pero, ver dónde no vemos es obra de la esperanza. Nuestra esperanza no es la mera proyección psicológica de un gran deseo, en la base de todas las utopías de la historia. Nuestra esperanza es de la plenitud de algo que ya está en marcha y alcanzará su maduración al final de los tiempos. El Señor resucitó verdaderamente y es prenda de nuestra propia resurrección.
Esta esperanza nos mantiene despiertos en el presente. Nos hace pasar de un tiempo muerto a un tiempo vivo. Así, todas las presencias del Señor que vivimos hoy, en el modo velado en la fe, son adelantos reales de una realización futura y plena. Ese futuro maduro no se da sin este humilde y laborioso presente. Estar atentos, sin que nos lleve la corriente, es asumir de manera concreta esa plenitud futura, en el hoy de cada día. Por eso, toda decisión del presente, tomada en conciencia y discernimiento, en favor de la vida humana, por la comunión con Dios y la paz , por la justicia y la no exclusión, son anticipos de la venida del juez eterno.
Evangelio (Lc 12, 32-48)
Jesús dijo a sus discípulos:
“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”.
Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”
El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquél a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: “Mi señor tardará en llegar”, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente.
Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
