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Una conversión que dé fruto

Nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su reflexión para el II Domingo de Adviento. El texto del Evangelio se encuentra disponible al final de la homilía.

«Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».

Tres veces aparece el fuego en este relato. En imágenes tomadas del mundo agrícola. Un fuego que consuma el sobrante de la cosecha.

Está ante nosotros Juan el bautizador. Y se presenta al modo del gran Elías, se alimenta además de comida kosher, no contaminada. Verlo era ya un mensaje de advertencia. Es el último profeta de Israel que anuncia la inminencia del Reino de Dios y de su Mesías. Juan percibe que se inaugura un cambio radical: un «ya». Es decir, un cumplimiento. El mundo se hace escenario de una cosecha. Dar el fruto de la conversión es el lema.

Espíritu viene de viento, como se dice en el relato de la creación: «un viento huracanado soplaba sobre la faz de la tierra». Juan sumerge al pueblo en el agua del Jordán, frontera de la libertad. El Mesías sumergirá a los suyos en el Espíritu y el fuego. Como se aventa la parva con la horquilla para separar el grano de la paja. Imagen de un juicio. Se guarda el fruto, se quema la paja inútil.

Es la obra del Mesías que viene. Aventar la parva en su propio Espíritu. La horquilla es su cruz redentora.
El adviento nos lleva a la era, al descampado, al desierto con Juan. Y nos expone al viento del Espíritu Santo. Esa fuerza dejará el grano para el pan y aventará lo superfluo y lo inútil.

La presencia del Ungido es luz que hace discernir donde pongo la vida.

Ya está puesta el hacha a la raíz de lo que no da vida. Será entonces una tala para la vida. Pero será al modo de un siervo sufriente, que nos da su propia vida y su Espíritu.

Evangelio (Mateo   3, 1-12)

En aquellos días, se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:

Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca

A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:

Una voz grita en el desierto: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”.

Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.

Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo:

Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras, Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible.

Pier Francesco Mola, Predicación de San Juan Bautista.