El pbro. Juan Francisco Pinilla, nuestro párroco, nos comparte su reflexión para este Domingo. Al final encontramos el texto del Evangelio.
Este evangelio (Lc 10, 38-42) nos trae un contraste de actitudes. Marta, preocupada y nerviosa por muchas cosas. María a los pies del Señor escuchando su palabra.
Marta dirige su queja al Señor: estar sola en los quehaceres y sin ayuda.
Pero el Señor avala la acogida de Maria. Ella es figura del discípulo. Entre muchas cosas que hacer, eligió lo mejor.
¿Por qué Jesús no apoya a Marta en su justicia?
¿Por qué Marta se dirige al Señor y no a su hermana directamente? Pareciera que el problema es Jesús, más que la indolencia de María. Hay en el fondo una cuestión de prioridades.
Imaginemos que llega el Señor como huésped y hay que atenderlo, es la motivación de todo el afán de Marta. Pero paradójicamente, por esmerarse en atenderlo lo desatiende y se enreda en las cosas por hacer.
María capta la grandeza de la visita y se dispone a seguir al Señor, a escuchar lo que quiere. Todo lo demás es secundario.
Por lo tanto, es una cuestión de prioridades más que de lo que hay que hacer. Primero, escuchar al Señor, ponerse a su disposición y luego, entre los tres, realizar lo que es oportuno.
¿De qué manera esto ilumina nuestro estrés cotidiano?
“Muchos aquel día dirán Señor hicimos tanta cosas en tu nombre… Yo les diré no los conozco obradores de iniquidad”, solo una era necesaria…
Evangelio Lucas 10, 38-42
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”.
Pero el Señor le respondió: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”.
