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Trinidad Santa: pensar, sentir y abrazar

Presentamos la homilía del pbro. Juan Francisco Pinilla, párroco de la Santa Cruz – Ñuñoa, en la Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Bautizando y enseñando, así se extiende la fe cristiana por el mundo, según el envío del Señor. Bautizar significa sumergir, ser introducido en la corriente vivificadora de la vida divina, este es el sentido del santo bautismo. Pero también, al guardar su Palabra, somos sumergidos en la enseñanza de Jesús.

Desde el bautismo, cada día nos persignamos en el nombre de las personas divinas. Trazamos una cruz sobre el sacramento que es nuestro propio cuerpo; partimos por la frente en el nombre del Padre, en el centro del cuerpo, el del Hijo y hacia ambos hombros el del Espíritu. Y esto, ¿por qué es así?

Todo nuestro cuerpo simboliza algo espiritual, más aún, es una expresión espiritual. Es mucho más que un organismo material. Por eso, antes que las palabras, nuestra primera comunicación es corporal. Y, ancestralmente, a las partes del cuerpo se les han asignado sentidos diversos en diferentes culturas y tiempos.

Para los occidentales, la cabeza, con su frente, es sede del pensamiento, de las ideas, de la claridad intelectual. Estar mal de la cabeza no significa una jaqueca, sino no razonar adecuadamente. El pecho es el lugar del corazón, de los pulmones y las entrañas. Para nosotros, simboliza el mundo del sentimiento, de la emoción y del amor. Una pena hace que se parta el corazón. Y los hombros se asocian a las cargas, a los pesos, a la ayuda solidaria y a la protección.

Los cristianos marcamos una cruz sobre nuestro cuerpo pronunciando el nombre de nuestro Dios Trinidad de Personas. Es un rito sencillo de enorme profundidad espiritual. Significa santificar nuestro pensar, nuestro sentir y nuestro abrazo a los demás.

Invocar al Padre Dios sobre la mente, remite al pensar eterno de donde es engendrado el Hijo, Palabra del Padre, Verbo eterno de Dios; al Hijo sobre el centro del cuerpo, remite al amor del Hijo, que desciende, se hace un hombre y nos da su vida para salvarnos; al Espíritu Santo sobre los hombros señala su abrazo santificador de todo nuestro ser y de todas las relaciones que establecemos.

Así, de manera tan sencilla, confesamos verdades muy grandes acerca de Dios y del ser humano. La Trinidad sella todo nuestro ser en unidad y diversidad, en comunión y entrega. La Trinidad nos regala poder formar lo más misterioso de la vida: un nosotros.

Evangelio (Mateo 28, 16-20)

Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron.

Acercándose, Jesús les dijo: Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

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