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Tres tareas terapéuticas

La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo XV del tiempo litúrgico común.

¿A qué se parece la misión de los enviados por el Señor? ¿Qué van haciendo por los poblados que visitan? Dice el evangelio: predicaban la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Tres tareas terapéuticas.

Predicar la conversión significa dar una palabra de esperanza; una palabra que abre nuevos horizontes por delante; es hacer mirar la vida de otra manera y animar a la justicia y al bien.

Echar demonios es liberar del mal; romper cadenas que esclavizan; abrir el corazón solo al servicio de Dios y de su Reino.

Ungir los enfermos es dar el Espíritu Santo, quien puede mitigar los dolores, suavizar los sufrimientos y consagrar toda la vida a la alabanza divina.

Todo esto sigue siendo la labor de la Iglesia, es el envío permanente de cada bautizado, en el cual actúa la fuerza sanadora del Espíritu del Señor. Nuestra misión en el mundo, hoy, es llevar esperanza, liberación y consuelo, en la medida que nosotros mismos las recibimos.

El Espíritu Santo espera nuestra libre decisión para desplegarse con poder y eficacia. Pidamos docilidad y obendiencia a este Espíritu, Señor y dador de vida.

Evangelio (Marcos  6, 7-13)

Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.

Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.

Les dijo: Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.

Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

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