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¡Tenemos un Padre!

En el IV Domingo de Cuaresma, nuestro párroco, presbítero Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía.

El Padre se alegra del retorno de su hijo y lo celebra. Y esta es la esencia del evangelio. La alegría del retorno. Una fiesta, para algunos, difícil de comprender y de vivir. Pero ¿qué puede significar hoy esta bella historia para nosotros?

Vemos cada día una criminalidad asociada a la droga y esta al consumo. Cabe preguntarse ¿por qué se consume droga en mi país? Puede ser el síntoma de grandes vacíos que colmar. Lo que revela una herida muy profunda. Entonces ¿cómo sanar una sociedad vacía?

El evangelio lo podemos leer como una parábola de nuestra sociedad. Comienza con una partida, el hijo menor se independiza, abandona su casa y su familia. Luego del primer entusiasmo vive como exiliado. Pero también se da el exilio del hermano mayor dentro de la casa. No viven como hijos.

Ambos se parecen en su errónea relación con su padre. Se sentían obreros de la casa, no hijos. Ahí, tal vez, se halla la clave de nuestra enfermedad. Hemos constituído una sociedad de esclavos maltratados, un modelo que ha naturalizado la injusticia: mala educación, mala salud, mala jubilación…

Los hijos tenían un patrón: no sabían que tenían un padre. Hay en este evangelio un llamado a revisar la calidad de nuestras relaciones, tanto en la familia como en la sociedad. Trabajar por la justicia es invertir en la paz. Y hay muchos pasos que todavía podemos dar. Blindemos el corazón con la conciencia del bien y el amor a la justicia. Que nos podamos sentir y vivir como hijos y no como víctimas esquilmadas.

Evangelio (Lucas 15, 1-3. 11-32)

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo entonces esta parábola:

Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre:

‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes.

Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral.

Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.

Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!’ Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’.

Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.

El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’.

Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta.

El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.

Él le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’.

Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’

Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado’.

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