La siguiente es la homilía para este Domingo, el XXXIII del Tiempo Ordinario, que nos comparte nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla.
Hoy el evangelio recurre a la ingeniería comercial. Al ingenio del comercio.
El propietario de los talentos regresa a reclamar los intereses de su inversión. Recordemos que un talento no es una moneda, sino una medida, algo así como 25 kg. de plata o 20 años de trabajo. El propietario ha entregado su tesoro a sus servidores y se confía a su gestión. Un siervo en la Biblia no es un asalariado, sino alguien que hace suyo el proyecto de su Señor. Como la Virgen, sierva del Señor.
El mismo verbo «entregar » se usa para Jesús en la Cruz: entregó su espíritu. El tesoro infinito de su Amor. El tesoro de la vida nueva del bautismo. ¿En qué va esta tremenda inversión? ¿Cómo se ve el estado de cuenta espiritual?
Este confiarnos sus tesoros llama a la responsabilidad ante algo propio. Aquí el temor resulta estéril. Temor que nace de una distorsionada imagen de Dios. La invitación es a responsabilizarse de la propia colaboración en el proyecto de Dios. Somos sus «siervos», sus colaboradores libres, personas de su confianza para su proyecto de salvación. Nos ha confiado todo, Él mismo se nos ha confiado y espera de nosotros, de cada uno, en toda su capacidad personal, una respuesta inteligente, acorde y fiel a esa entrega suya.
Evangelio (Mateo 25, 14-30)
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.
En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. “Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”.
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: “Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”.
Llegó luego el que había recibido un solo talento. “Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!”. Pero el señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes”.
