La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, el segundo del tiempo litúrgico común.
Él les dijo: «Vengan y vean».
La liturgia nos regala en este día un evangelio que nos remonta a un día excepcional, cuando ocurrió un encuentro extraordinario. Juan el Bautista hace un pase a sus propios seguidores, Juan y Andrés, al Cordero de Dios. La memoria del evangelista ha guardado con precisión la hora de este primer encuentro: a las cuatro de la tarde. Fue un momento inolvidable que era preciso recordar siempre. Porque es el día en que el Señor comenzó a formar su Iglesia, como una comunidad establecida. Por eso el relato nos lleva hasta Simón, el hermano de Andrés, a quien Jesús llamará Piedra.
Y en esta misma memoria se nos dice para qué existe la Iglesia: para vivir con Jesús. Para quedarse y permanecer en Él. Esa es nuestra vocación y nuestra misión en el mundo: vivir en Cristo.
Juan nos ha regalado un criterio y un fundamento para orientar siempre nuestra identidad como cristianos. Somos Iglesia cuando reconocemos el llamado del Señor y seguimos su invitación. Somos Iglesia en la medida que buscamos habitar con el Señor; en la medida que nos ponemos en camino hacia su morada. La casa de su Padre.
En la medida en que aprendemos, cada día, a vivir con el Señor. Y este habitar es con Pedro, quien fundó la comunidad de Roma y con los obispos, sucesores de los Apóstoles.
Hoy, tocando la experiencia de la fe de los orígenes, podemos reconocer personalmente aquella hora precisa de nuestro propio encuentro con el Señor que ha marcado nuestras vidas, renovar la escucha de su invitación y el deseo de vivir juntos con Él. Así, el Señor sigue fundando su Iglesia hoy. Porque sabe que lo necesitamos para construir un mundo habitable.
Experimentamos a diario como una sociedad sin Dios se descompone y se vuelve contra sí misma.
Volvamos a aquella «hora décima» personal y renovemos hoy nuestra misión de Iglesia: que todas las personas lleguen a hacer esta experiencia inolvidable de encuentro con la Vida en persona.
Evangelio (Juan 1, 35-42)
Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”.
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué quieren?”
Ellos le respondieron: “Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?”
“Vengan y lo verán”, les dijo.
Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”, que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo:
“Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro.
