En este XXIII Domingo del tiempo litúrgico común, nuestro párroco Juan Francisco Pinilla nos ofrece su homilía.
El evangelio nos señala el verdadero discipulado. No todo seguimiento del Señor es auténtico, multitudes lo seguían, pero unos pocos se definieron por Él.
La condición del discipulado que propone el evangelio es un desprendimiento total, que surge de una opción radical por el Señor, como respuesta a su invitación.
Y si bien comprendemos esto, queda lejos de nuestra fuerzas ordinarias. Pero, ¿el Señor nos pediría algo imposible?
Un amor tan profundo y valiente es un don del Espíritu Santo. Esto nos hace repensar el discipulado. Seguir al Señor, como Él lo pide es, ante todo, un don de la gracia, no simplemente el fruto de nuestros débiles esfuerzos.
Seguir al Señor es entrar en la sabiduría divina. ¿Qué podemos hacer?
Disponernos, cada día a recibir la fuerza del Espíritu Santo y dejarnos instruir por su sabiduría.
Hoy el Papa ha canonizado dos jóvenes discípulos, compañeros de ruta en la fe y modelos de docilidad al Espíritu. La Iglesia los propone, precisamente, para descubrir en sus vidas la docilidad a la gracia.
Evangelio (Lucas 14, 25-33)
Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

