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¿Quién es mi prójimo?

Nuestro párroco, el pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte esta reflexión en torno al evangelio de este Domingo, cuyo texto encontramos a continuación de la meditación.

El evangelio de este Domingo podría haber terminado de manera sencilla: un experto en la Ley de Moisés pregunta ¿qué hacer para heredar la vida eterna? Jesús lo remite a la misma Ley y le responde: haz eso y vivirás.
Pero, como se trataba de una trampa, el diálogo continúa y aparecen entonces dos preguntas parecidas y, a la vez, tan distintas. La del legista hebreo: ¿quién es mi  prójimo?.  La de  Jesús,  ¿quién se hizo prójimo? Ambas tratan del prójimo,  pero la postura es muy distinta. Para esto, Jesús recurre al relato, no a una Ley para la cabeza, sino a una situación de vida que nos estremece y obliga a definirse.
Para Jesús, prójimo no es alguien que está por allí, fuera de mí; prójimo es una actitud hacia el que sufre. Y este cambio es decisivo. Prójimo no es el otro, soy yo. Ser prójimo no es algo que se es, es algo que se hace. Es más claro si en vez de prójimo decimos próximo. Esta proximidad se funda en una mirada misericordiosa, que se detiene y atiende. Es la mirada del corazón, que  hace brotar de las entrañas toda una serie de cuidados muy concretos en favor de la vida de los demás. Finalmente, por segunda vez, Jesús invita a la acción y al compromiso:  «Ve y haz tú lo mismo». Entremos en la escuela de Jesús, hecho próximo a nosotros por amor, para darnos vida. Con Él y en Él, vayamos y hagamos nosotros lo mismo. Como ha dicho el Papa Francisco: «Hemos sido misericordiados, seamos misericordiosos».

Evangelio Domingo 15º del Tiempo Ordinario (Lc   10, 25-37)

Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?
Jesús le preguntó a su vez: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?
Él le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.
Has respondido exactamente, -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida.
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?
El que tuvo compasión de él, le respondió el doctor.
Y Jesús le dijo: Ve, y procede tú de la misma manera.