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¿Por qué tenemos miedo?

En este XII Domingo del tiempo litúrgico común, nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía.

¿Maestro, no te importa nuestra vida? Pareciera ser ese el reclamo de este evangelio. Es la súplica angustiada de sus discípulos bajo la tormenta en el lago. Una tormenta que amenza con ahogar la pequeña comunidad en torno a Jesús. Y el Señor duerme.

Al reclamo de los discípulos responde el reclamo de Jesús: ¿Por qué temen? ¿Aún no tienen fe? Ocurre entonces un desencuentro de expectativas, entre lo que esperaban los discípulos angustiados y lo que esperaba Jesús dormido.

Nos preguntamos ahora: ¿Y cuántas veces nos ha parecido, en nuestras propias tormentas, que Jesús está dormido? Está, pero como una presencia inútil… creo en Él, pero sirve poco…

¿Y qué esperaba el Señor? ¿Que se hubieran ahogado todos? No. Esperaba que la fe se tradujera en una confianza desafiante. Y eso es tener fe. Confiar contra toda expectativa humana. Desafiar el mal con una entrega total de la vida en manos de Dios. Creer en el amor y la comunidad, creer en el perdón cuando parece imposible. El Señor resucitó de entre los muertos. Esa es nuestra convicción para resistir en las tormentas. Sí, ¡el Señor venció el pecado y la muerte, vive y reina victorioso!

Hoy sufrimos los grises aguaceros, la fe que nos une atraviesa las nubes y goza del sol de Cristo. Esto es la eucaristía en el mundo.

Evangelio (Marcos 4, 35-41)

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: Crucemos a la otra orilla. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: ¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?

Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio! ¡Cállate! El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe? Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros:

¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?.

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