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Peregrinos de la esperanza

La siguiente es la Meditación que nos ofreció el pbro. Juan Francisco Pinilla, párroco de La Santa Cruz – Ñuñoa, al mediodía del Sábado Santo 19 de abril, fiesta anual de san Expedito mártir de Cristo.

Este sábado santo toda la Iglesia entra en el silencio de la esperanza. Una antigua homilía lo describe con belleza:
«Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme. «La tierra temió sobrecogida» porque Dios se durmió en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios en la carne ha muerto y el Abismo ha despertado. Va a buscar a nuestro primer padre como si fuera la oveja perdida. Quiere absolutamente visitar «a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte». El, que es al mismo tiempo Hijo de Dios, hijo de Eva, va a librar de su prisión y de sus dolores a Adán y a Eva».
El Señor ha muerto en la cruz, pero nos prometió resucitar al tercer día. En la liturgia de esta noche haremos una gran vigilia esperando el amanecer del Domingo. Las lecturas nos harán presente los grandes acontecimientos de la historia de la salvación, la historia del amor de Dios.
Para nuestro santuario de san Expedito es un gran regalo la coincidencia del sábado santo con la memoria anual de nuestro mártir. Esta coincidencia nos ayuda a profundizar en el sentido peregrinar cada 19 de mes al santuario.
Peregrinar es encaminarse libremente a un lugar de gracia. En el santuario reconocemos un espacio privilegiado para el encuentro con el Señor. Hacemos la experiencia de ser Pueblo de Dios, de ser parte de un Pueblo que camina en el mundo al encuentro de Dios.
Peregrinar con fe a un santuario es un símbolo del sentido de la vida. El peregrino resume en su viaje lo que significa vivir.
Nos dirigimos a una meta cierta. En medio de muchos distractores, como el consumismo, la superficialidad, el materialismo ambiente, el peregrino lleva una certeza en su corazón: ser acogido por el Señor. Esta certeza del amor de Dios nos anima a acudir a Él en toda circunstancia, a pedirle por los que amamos y servimos, a presentarle nuestras necesidades muy concretas, la salud, el trabajo, la paz…
También, peregrinar nos mueve a no instalarnos en nada. El peregrino sabe que su hogar definitivo está en la patria del cielo, por eso, como manifiesta un antiguo texto sobre los cristianos:
«Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como
ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para
ellos patria, y toda patria, tierra extraña».

Dos tentaciones lo acechan en su caminar: el adelanto del fracaso, la desesperación; y el adelanto del éxito, la presunción. Dos peligros que lo llevarían a detener su marcha. La deseperación dice: ya no hay nada que hacer, todo está perdido. La presunción dice: ya logré todo, no hay nada más que hacer. La cruz del Señor enfrenta ambas tentaciones. Cuando todo parecía un fracaso, en el imperio de la muerte, tras un inmenso silencio, ha brotado la vida gloriosa del Resucitado.
Por eso, el peregrino avanza sostenido por la esperanza que le ha dado la cruz del Señor, una esperanza que nones una resignacióm pasiva, sino que busca en cada momento concretizarse en acciones de misericordia, simples gestos, humildes, ybhonestos que nos humanizan. Es una esperanza activa, creativa, como un motor invisible, que empuja la historia desde dentro.
El testimonio de quienes peregrinan, es un ejemplo de fe, de la fuerza de la fe en momentos difíciles, y de gratitud al Dios de la vida.
Con los peregrinos y peregrinas que vienen hoy a saludar a san Expedito, joven mártir de Cristo, quien unido hoy a Jesús resucitado, sigue participando de su única y poderosa intercesión. San Expedito milita en la causa de Cristo, se pone a nuestro lado para dar la batalla de la fe y para tener siempre puesto el corazón en la ternura infinita de nuestro Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Imágenes gentileza Sylvia García y Patricia Pérez