En este Domingo, trigésimo del tiempo litúrgico ordinario, compartimos la homilía que nos ofrece nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla.
No hay primero sin segundo. La pregunta por el mandamiento «más grande» recibe una respuesta por «el primero». El mandamiento más grande puede quedar como algo teóricamente admirable. En cambio, Jesús invita al seguimiento de la Ley como verdadera norma de vida. Sugiere un orden de importancia. Lo primero es aquello que ordena el resto. Sirve de criterio para todo lo demás. De ahí que, el primer mandamiento se exprese visiblemente y se verifique en el segundo.
Pero no como cosas separadas y distintas, sino como una sola unidad.
¿Dónde arraiga esa unidad? Precisamente en la fuerza contenida en el primero: «Amarás al Señor tu Dios…»
¿A quién se dirige toda la fuerza del amor? A Dios que ama a los pobres, como lo enseña la primera lectura, tomada de la Ley de Israel. Amar es entrar en la fuerza del amor de Dios, participar del misterio de su amor trinitario y de su extroversión en la historia. Dios es amor amando. Luego, su amor divino actúa como un horno que enciende y purifica nuestro amor de creaturas. Por eso el mandamiento implica al ser humano en su totalidad: «con todo tu corazón, toda tu alma y todo tu espíritu»…
Amar a Dios es dejarse amar en todo lo que somos. Y, desde Dios, en Dios, vivir su amor. Así, el mandamiento se abre naturalmente al prójimo, donde se comprueba. «Como a ti mismo» equivale a : como tú eres amado. Según esto, amar es «la» tarea de la vida, por eso los mandamiento se dicen en futuro: amarás. Tarea que es la misión dela familia cristiana, fundada en la escuela de amor que es el matrimonio.
Muchas cosas nos empeñamos en dar a nuestros hijos hijos y nietos para su futuro. Lo primero es enseñarles a amar con totalidad, como nosotros mismos hemos experimentado el amor salvador de Jesucristo. Y ese es el criterio que rige y ordena todo lo demás.
Evangelio (Mateo 22, 34-40)
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley”.
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento, El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”.
Imagen Sebastián Miranda – COCh