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No, el Señor no nos abandona

La siguiente es la homilía de nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, en este Domingo, solemnidad de la Ascensión del Señor.

La fiesta de la Ascensión señala, en realidad, nuestro modo habitual de vivir con el Señor resucitado. Se ha inaugurado un nuevo seguimiento en la fe y en el Espíritu Santo.

El evangelio nos atestigua una comunidad herida, quedan solo once de los Doce originales; y en su fragilidad es enviada por el Señor a anunciar la alegre noticia de la salvación.

El Señor ha ascendido al Padre, nuestra humanidad ha sido glorificada en Dios, y hay señales, ya en el presente, de esta transformación goriosa. Son las señales que acompañan a todo el que cree, son caminos de reconocimiento de dónde está actuando hoy el Señor. Pensemos un momento en ellas:
1.⁠ ⁠echarán demonios en mi nombre: capacidad de expulsar el mal y liberar lo que oprime y esclaviza a las personas;
2.⁠ ⁠hablarán lenguas nuevas: el idioma del amor, de la compasión y la solidaridad;
3.⁠ ⁠cogerán serpientes en sus manos: manos que trabajan y se arriesgan sin temor de ser heridos;
4.⁠ ⁠si beben un veneno mortal, no les hará daño: inmunidad a la ponzoña del mal, el veneno no surte efecto en el que cree;
5.⁠ ⁠impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos: capacidad de bendecir e invocar la misericordia del Señor sobre cada persona…

Todas señales de que el Señor no nos ha abandonado, sino que nos acompaña en la misión que nos dio, haciendo brotar vida, paz y bondad en medio de un mundo tóxico. Misión que siembra esperanza de un mundo nuevo que asciende al Padre.

Evangelio (Marcos 16, 15-20)

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo:

Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán.

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

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