La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, el XXVII del Tiempo ordinario.
Isaias canta el drama de un viñador. Toda la premura y el cuidado en plantar la viña simboliza el amor de Dios por su viña, que es su Pueblo elegido. Cuántas esperanzas se ponen en el fruto… plantar es esperar. Por contraste, cuanto dolor y desilusión en el fracaso, en un amor traicionado. El bello canto de amor se transforma en desilusión. Sin embargo, el plan de la viña persiste. Los trabajadores son sustituidos. Y la esperanza del fruto se renueva. Dios no deja de esperar en la humanidad. ¿Qué hará el viñatero? Atención, que la respuesta que damos a la pregunta de la parábola nos compromete. Somos nosotros a quienes se ha confiado la viña. Lo que sentenciamos para aquellos trabajadores asesinos, vale también para nosotros, cuando expulsamos a Hijo de la viña y lo matamos. Podemos responder con la lógica mundana que toca a otros, no a nosotros.
¿ Qué significa hoy esta expulsión y asesinato? «Dios ha muerto», se ufanan los asesinos, y veamos las consecuencias catastróficas en la naturaleza y la convivencia humana. Como una viña sin cerco, sin protección ni lluvia. Muerte.
Pero Dios no piensa ni actúa en términos de justicia vindicatoria, «el que la hace la paga». No. Él toma la piedra descartada, el crimen de su Hijo, y lo pone de piedra de ángulo, la que sostiene una nueva edificación, un nuevo templo. Crea de la Cruz una nueva viña.
¿Cuáles son los frutos esperados?
¿Cuáles son hoy los cuidados de la viña?
No nos hagamos cómplices del asesinato del Hijo, sirvamos con fidelidad en su viña.
Evangelio (Mateo 21, 33-46)
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchen esta parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: “Respetarán a mi hijo”. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: “Éste es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia”. Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?”
Le respondieron: “Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo”.
Jesús agregó: “¿No han leído nunca en las Escrituras:
“La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ésta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?”
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”.
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
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