La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, III del tiempo común.
El tiempo, el Reino y la conversión. Tres palabras con las cuales Marcos resume la predicación de Jesús.
El tiempo se ha cumplido. La promesa de la salvación acompaña toda la historia humana, ya desde el origen del mal. Jesús realiza aquel designio eterno. Su presencia inaugura un tiempo nuevo.
El Reino de Dios es el proyecto de Dios para la humanidad. En Jesús, ese reinar está al alcance de la mano.
Conviértanse es la consigna del Reinado. Ya lo anunciaba Jonás a los Ninivitas. Y ¿qué significa? Marcos lo dice a reglón seguido: convertirse es creer que este reinar de Dios es una alegre noticia. Por lo tanto, si yo afirmo creer en Dios, quiere decir que deseo que Él reine sobre el mundo y que es lo mejor que nos podría pasar, una maravillosa noticia.
Un creyente es alguien que, en medio del mundo con sus propias noticias, se convierte a esta alegre noticia y se hace colaborador del Reino. Allí están los cuatro primeros discípulos de Jesús, ellos captaron que Dios reinaba en Cristo y lo siguieron.
Creer es tener a Dios por rey y querer vivir en su reinado.
Me pregunto: ¿Es para mí, realmente, una buena noticia que reine Dios con sus criterios de verdad, de justicia, de perdón, de misericordia… ? ¿Deseo yo, realmente, ese Reino que pido cada día en el padrenuestro? ¿Es el Reinar de Dios el criterio fundamental frente al cual confronto mis decisiones cotidianas concretas?
¿Siento que Dios reina en mi lengua, en mis manos y en mi corazón? Los demás, ¿me perciben como un agente del Reino? ¿Qué podría hacer hoy para que Dios reine efectivamente?
Evangelio (Marcos 1, 14-20)
Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme, y Yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
