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Cristo Resucitado, fuente de amor y perdón

El pbro. Juan Francisco Pinilla nos comparte su reflexión para el II Domingo de Pascua:

Dice el evangelio: “Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre”.

Juan nos revela así la intención de su escrito y con ello un criterio permanente de nuestra lectura, o mejor dicho, de nuestra escucha de la Palabra: para que creyendo, tengamos vida.

Por eso estamos atentos a las palabras y los gestos de Jesús consignados para descubrir : ¿qué vida recibo hoy en esta palabra?

Vemos a Jesús de pie y en medio de los diez, que al principio eran doce. Están encerrados, con temor y tal vez, con muchos remordimientos; habían abandonado al Maestro en la hora crucial.

El Señor resucitado, mediante su soplo vital, les da la Paz que necesitan sus corazones y que se debe extender, por medio del perdón y  del envío misionero, a todo el mundo.

Muchas cosas les podría haber reclamado el Señor, pero él sólo es amor. Por eso les muestra las llagas de su pasión dolorosa, son las llagas de su amor victorioso. En el Señor no hay espacio para resentimientos, en él solo hay un amor sobreabundante y sanador. Por eso, el “retener los pecados” no puede ser un castigo, sino un dominio, por el amor, de lo que experimentamos como irremediable históricamente, asumir con realismo el mal que no se extingue y mostrar las llagas de la lucha, como una fuerza más grande que el pecado.

Creemos que el Señor está de pie en medio de su Iglesia, como fuente inextinguible de amor y de perdón. La Iglesia existe para vivir y comunicar esa experiencia.

También Tomás, alejado, ausente, aislado de sus hermanos puede vivir esta presencia y despertar a la confesión profunda de la fe: ¡Señor mío y Dios mío!

Dónde está Jesús siempre es Pentecostés.

Al lema del odio: “ni perdón ni olvido”, respondemos con perdón y envío. En la fuerza del Espíritu, somos enviados a amar y perdonar, como discípulos llagados y perdonados.

Hoy la situación se invierte, es el Señor que viene a nosotros y toca nuestras manos y nuestros costado heridos. Y con ello nos abre un camino comunitario de esperanza y de vida nueva.

En las cosas que realizo a diario ¿hay amor y perdón? ¿Cuál es mi actitud ante el mundo herido?

¿Soy juez o hermano?

¡Buena Pascua! ¡Aleluya!