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Hacer como san José

Nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su reflexión para este Domingo, el Cuarto de Adviento:

En sueños José recibe el anuncio del ángel, que comienza como los anuncios de salvación del Primer Testamento: no temas. Las dudas, la incomprensión, el temor, todo debe dar paso a la acogida del misterio: no temas recibir…

Dos veces se insiste en el nombre de la criatura. Jesús, que igual que José, significa: Dios salva y el de la profecía de Isaías: Emmanuel: Dios con nosotros. Sabemos que el nombre en Israel designa la misión y el sentido de una vida. La profecía sobre aquella misteriosa joven embarazada en plena guerra, era un signo de esperanza, de confiar en la fuerza de Dios, para quien nada es imposible. Pero el rey Ajaz se dejó llevar por el miedo. La razón de la confianza iba en el nombre del niño: No temas porque Dios está con nosotros, es decir, en favor de nosotros. Invitación a fundarse en el poder de Dios.

Al cumplirse esta profecía, ocho siglos después, el nombre del niño-esperanza es Jesús: Dios salva. Y es esta, precisamente, la acción de Dios en medio del mundo. Si Dios está con nosotros, quiere decir que nos está salvando hoy. Tiende sus manos permanentemente para rescatarnos sanos y salvos.

Ajaz temió y se encerró en su depresión. José acogió el misterio y se hizo servidor de la obra de Dios. La Virgen María aparece solo aludida, pero es ella la que acoge al Salvador en persona y lo da luz al mundo. José y María se han hecho servidores de esperanza por su fe en la palabra de Dios, comunicada en el anuncio del ángel.

Hoy también, hay muchos motivos para temer y desesperar y en nuestro contexto oímos también el anuncio del ángel. Esperamos una nueva Navidad, y ¿dónde está el centro? En creer que Jesús está salvándonos continuamente. A dejar fuera los temores y las sombras y entrar en el gozo de la salvación. Despertar y hacer como José: obedecer al ángel y llevar a casa a María con su hijo.

Evangelio (Mateo 1,18-24)

Éste fue el origen de Jesucristo:

María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:

“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: Dios con nosotros.

Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.