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Gracias, Señor, por amarnos y sanarnos

Nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía para este Domingo, el XXVIII del tiempo litúrgico ordinario.

Tu fe te ha salvado. Diez leprosos sanados, uno salvado ¿Cuál es la diferencia? El Señor actuó en todos, pero solo uno se percató del sentido de su sanación y de su vida.

La lepra era el signo de maldición por antonomasia. De hecho, significaba golpeado. Soledad, insensibilidad, repugnancia, ser un cadáver viviente. Diez designa una totalidad, es la humanidad que grita compasión.

Todos se sanaron en el camino. Confiaron en el mandato de Jesús. Pero, solo uno, un samaritano, al darse cuenta de su sanación se devuelve hacia el Señor, su Templo, dando gracias y experimentó la salvación. Su gratitud fue la expresión de su cambio de vida. Y esa gratitud culminó un proceso de sanación. No solo se sanó de su lepra, liberó su corazón. Conoció el amor.

Eucaristía significa precisamente acción de gracias. Celebrar la acción de gracias es signo de salvación. Significa regresar continuamente a bendecir a Dios y agradecer la obra de su amor. Todos hemos sido sanados por Jesús. Por eso, agradecer, como actitud de vida, demuestra haber hallado la vida verdadera.

Evangelio (Lucas 17, 11-19)

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!

Al verlos, Jesús les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Y en el camino quedaron purificados.

Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.

Jesús le dijo entonces: ¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?  ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero? Y agregó: Levántate y vete, tu fe te ha salvado.

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