Ofrecemos la homilía de nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, XXI del Tiempo Ordinario.
Jesús está ahora en Cesarea de Filipo, donde nace el Jordán. Un hermoso lugar fértil donde el hijo de Herodes había construido una ciudad en honor a Tiberio César. Y este lugar hace de marco para preguntar a sus discípulos sobre su propuesta de ser humano: ¿quién dice la gente que soy Yo? En cierto modo ofrece un contraste frente al éxito de los poderosos de su tiempo. La opinión general es que es un gran profeta.
Pero luego se dirige a los mismos discípulos, es decir, a nosotros. Simón responde de manera acertada: Tú eres el ungido de Dios, es decir, el Salvador esperado por Israel, el Hijo del Dios vivo.
Entonces el Señor lntroduce unos símbolos: piedra/roca; puerta; llaves.
Le ha cambiado el nombre a Simón. Lo llama piedra, primera piedra de la edificación donde él es la roca firme y estable. Ante esta construcción, su Iglesia, no resistirán las puertas impenetrables de la muerte y del mal. No por medio de un gallito de fuerzas humanas, sino por la fuerza del evangelio, resumida en la confesión de Pedro: en Cristo, la fuerza de Dios salva. De ahí, el poder de abrir el Reino a todas las personas y de discernir a la luz del evangelio lo verdadero y lo justo.
En esta ocasión, Pedro ha dado una primera respuesta, clara y firme, pero aún dará otra, definitiva, al responder con su vida por el sentido que Jesús tuvo para él. Quién soy yo para ti, significa: qué represento yo para ti, que soy para tu vida, qué lugar ocupo en ti… es la pregunta de este evangelio, cuya respuesta enfrenta el poder del mal que nos parece invencible.
Evangelio (Mateo 16, 13-20)
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”
Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”.
“Y ustedes, les pregunto, ¿quién dicen que soy?”
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Entonces, ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.
