La siguiente es la homilía que nos ofrece nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Tercer Domingo de Pascua. Al final incluimos el hermoso evangelio de este Domingo.
Este Domingo, el evangelio de Lucas prolonga la presencia viva del Señor resucitado en medio de su Iglesia. En Emaús, al caer la tarde del mismo día de la resurrección, Jesús después de conversar con sus discípulos por el camino, «entró para quedarse con ellos». Pero no fue reconocido por sus amigos, sino hasta que realiza un gesto suyo muy propio: partió el pan. Este gesto característico de Jesús bastó para darse cuenta que era el mismo Señor que había estado caminando con ellos. Y es el mismo gesto que la Iglesia conserva en el centro de la eucaristía, celebración, que en su origen se llamó precisamente la fracción del pan.
Jesús se identifica con este gesto. Es su firma personal. Él es el pan que se parte para alimentarnos. Él nos da su propia vida y nos hace uno con Él.
El Señor quiso quedarse en este humilde gesto familiar, tomado de la vida diaria. La fracción del pan une nuestra vida cotidiana con el culto divino. Y se nos regala, de esta manera, un criterio de la fe. El Señor se hace presente en los sencillos gestos humanos del compartir y de la comunión. Se nos invita entonces a abrir los ojos, más allá de nuestras expectativas, a la presencia real y concreta donde el Señor se deja encontrar y reconocer. No se necesita nada fuera de lo común, nada extraordinario, para gozar de la compañía salvadora del Señor. Se nos invita a abrir el oído a su palabra, que como fuego arde en el corazón creyente. Jesús vive donde se parte el pan.
Evangelio (Lucas 24, 13-35)
El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”
“¿Qué cosa?”, les preguntó.
Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron”.
Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”.
Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista.
Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
