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El amor de Jesús todo lo puede

La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, vigésimo octavo del tiempo litúrgico común.

Hoy el evangelio nos enfrenta a una frustración, una dificultad y una esperanza, que puede ser la nuestra. Se concentra en una persona bienintencionada que, viviendo correctamente, buscaba un más para su vida de fe. Reconoce el Bien que es Jesús. El paso que debe dar es desprenderse de su propia seguridad y seguir al Señor. Pero el apego a su seguridad fue mayor que su anhelo de plenitud. Prefirió quedarse en lo de siempre, pero triste.

El Señor en persona lo llamó al seguimiento, aun así, esta persona no pudo seguirlo. La razón fue el apego a su fortuna. El Señor pesó menos en su decisión. Se conformó en un cumplimiento fiel de la Ley, sin alcanzar la verdadera fidelidad del seguimiento de Jesús. Las riquezas ahogaron su anhelo de santidad. En la mirada de Jesús había una invitación a una plenitud de vida del amor verdadero. Pero el amor al dinero fue mayor.

En una cultura que ama el dinero, Jesús se hace una opción de vida inviable y muchos creyentes se acomodan con el corazón dividido. Aun así, para Dios nada es imposible. Pero Él no va a hacer nada sin nuestra libertad y decisión personal. Esa opción parece heroica y lo es, pero no de superhéroes y heroínas, sino de discípulos y discípulas humildes, que conscientes de sus limitaciones y apegos, confían en que el amor de Jesús todo lo puede. Por eso, dejemos actuar su mirada de amor sobre nosotros.

Después de tantos años de creyentes, nos podemos preguntar todavía:
¿Qué anhelos hay en mí?
¿Me conformo con una fe de mero cumplimiento?
¿Desde dónde estoy viviendo, sobre qué valores fundo mi vida y desde dónde quisiera vivir?
¿Soy conciente de las consecuencias sociales de una fe vivida en profundidad?
Para Dios nada es imposible.

Evangelio (Marcos 10, 17-30)

Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?

Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.

El hombre le respondió: Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.

Jesús lo miró con amor y le dijo: Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.

Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!

Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.

Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: Entonces, ¿quién podrá salvarse?

Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible.

Pedro le dijo: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

Jesús respondió: Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

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