Nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía para este Domingo, el trigésimo segundo del tiempo litúrgico común.
«Ha echado todo lo que tenía para vivir».
El Señor pone su mirada en la ofrenda de un viuda pobre, un cuarto de as, realmente una insignificancia en términos monetarios. Jesús destaca el gesto. Esa mujer, de su nada, quiere honrar a Dios en su Templo. Muchos otros echaban mucho, en aquellos conos de bronce, que hacían mucho ruido y llamaban la atención. La ofrenda se transformaba en un espectáculo ruidoso de vanidosa generosidad. Las moneditas de esta viuda pasarían inadertidas. Pero el Señor sintoniza con esta viuda. Esta mujer, con su entrega total, cumple un gesto profético, está anticipando la entrega del Señor en su pasión. Jesús se ve retratado en esta ofrenda absoluta.
La viuda que da su vida es ejemplo del discípulo que sigue a Jesús. El don es su vida. ¿Qué estoy dando hoy al Señor?
Evangelio (Marcos 12, 38-44)
Jesús enseñaba a la multitud:
“Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”.
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.