Noticias

Acogidas con fe… unas migajas bastan para la conversión

Nuestro párroco nos comparte su homilía para este Domingo, vigésimo del Tiempo Ordinario.

«Mujer, grande es tu fe». En contraste con la palabra dirigida a Pedro el Domingo recién pasado: «hombre de poca fe»…

¡Cuántas madres y padres se angustian hoy al ver a sus hijos como endemoniados!, hiriéndose a sí mismos y a los demás… Esta mujer representa el grito de una sociedad que no ha conocido al Señor: la tierra pagana, Tiro y Sidon. La respuesta del Señor nos sorprende. Él, que curó a la siriofenicia, que conversó con la samaritana, que liberó a un gadareno…  ¿por qué esta respuesta tan dura y racista? Más que una respuesta es una provocación para la mujer y una pedagogía para sus discípulos de mentalidad israelita estrecha.

Jesús responde en las categorías de su cultura ambiente, donde la elección de Israel se entendía más como un privilegio que como una misión  universal. Y así, dividían el mundo entre hijos y perros. «Señor, échala, despide a esta mujer pagana…»

Pero la mujer pagana pone su confianza en el Señor y no se detiene ante el aparente desprecio. Su fe es muy inteligente; en vez de ofenderse, usa el mismo reproche y lo aprovecha para su bien, el pan suelta migajas… Ella no vino a pedir pan, sino la liberación de su hija. Pero Jesús educa a sus discípulos: El pan de Israel es la Palabra de Dios destinada a todos los pueblos. La mujer comprendió al instante la universalidad de la salvación, cosa que tardará la comunidad cristiana primitiva. Bastan migajas acogidas con fe para liberar nuestro mundo enfermo sin Cristo.

Evangelio (Mateo   15, 21-28)

Jesús partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio. Pero Él no le respondió nada.

Sus discípulos se acercaron y le pidieron: Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos.

Jesús respondió: Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

Pero la mujer fue a postrarse ante Él y le dijo: ¡Señor, socórreme!

Jesús le dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros.

Ella respondió: ¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!.

Entonces Jesús le dijo: Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo! Y en ese momento su hija quedó sana.

Ver todas las homilías