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María nos muestra la victoria de Cristo

Homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, en la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María.

«Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Esta profecía de Isabel ilumina la hermosa fiesta que hoy celebramos.

Es la fiesta de la felicidad plena y eterna de la Virgen Madre María, que ella alcanzó por la semejanza total con su Hijo, mediante la fe y un amor entregado como el suyo.

Ella es la discípula perfecta, haber creído en la Palabra que Dios le dirigiera, significó para ella comprometer toda su vida en su cumplimiento. En esa Palabra la Virgen puso toda su confianza y fue todo el horizonte de su peregrinación en esta tierra.

María, asunta a la gloria celestial, nos lleva en su maternidad y nos introduce en esa misma gloria de comunión y amor, como madre que nos precede.

Maestra de esperanza, nos invita a levantar los ojos siempre hacia la victoria de Cristo sobre la muerte y el mal. 

Celebremos con gozo esta victoria del Hijo en su Madre y en sus hermanos y hermanas, quienes todavía como peregrinos, caminan en medio de las vicisitudes de esta tierra, pero con una meta cierta: la gloria de la resurrección.

Evangelio (Lucas 1, 39-56)

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:

¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.

María dijo entonces:

Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

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