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El secreto de la fe para vencer el temor

En este XII Domingo del Tiempo Común, nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía.

Una invitación a no temer. El evangelio de este Domingo, cuatro veces nos dice: no teman. No temer a los seres humanos frente al anuncio fiel de la Palabra del Señor. Proclamar con libertad, desde las terrazas, su Palabra. Insiste, no temer a quienes pueden matarnos físicamente, sino temer a una muerte eterna. Finalmente, el cuarto no temer da la razón:  la vida tiene un valor infinito ante Dios Padre

¿Hacia dónde nos conduce esta palabra?

Primero, a reconocer con humildad los temores que podemos experimentar en el seguimiento del Señor, y son temores bien concretos frente al qué dirán, a la burla y la exclusión. Por cierto, no se trata de dar un testimonio antipático del evangelio, sino de adherir a la verdad como quien se halla en camino. ¡Cuántas discusiones habremos vivido en este tiempo respecto a la Iglesia! La respuesta  ha de ser siempre la de los discípulos, los que cada día siguen y aprenden a seguir al Señor. 

Otros temores son más personales y miran hacia el futuro, es el temor del riesgo de vivir cristianamente, cuándo podría perder de este mundo… Finalmente, se nos presenta una comparación con la vida de los pájaros. Ni uno solo cae a tierra, sin el consentimiento del Padre Dios. Con esto se nos da la razón profunda que expulsa el temor: la conciencia viva de hallarnos siempre en las manos del Padre Dios. Por lo mismo, esta es precisamente la verdad que el temor busca oscurecer.

Al temor se opone entonces, la confianza. Este es el clima de la vida cristiana. No se niegan las dificultades propias de la vida y sus amenazas, pero nos sitúa en otro nivel, el nivel de la victoria sobre el mal del Señor resucitado.

Podemos juntos, como discípulos y discípulas, reconocer nuestros temores, reales e imaginarios y hacer crecer la confianza, que es otro nombre de la fe.

Evangelio (Mateo 10, 26-33)

Jesús dijo a sus apóstoles:

No teman a los hombres. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que Yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno.

¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.

Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, Yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero Yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

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