Con el canto de Gloria y el repicar de campanas, nuestra comunidad parroquial de la Santa Cruz aclamó esta noche, en la solemne Vigilia Pascual, la resurrección de Cristo.
La ceremonia comenzó con la bendición del fuego, en las puertas del templo. Tras ser bendecido en el lugar, el Cirio Pascual fue llevado hacia el interior del templo que se encontraba a oscuras. Como signo de la luz de Cristo que vence las tinieblas del mal y la muerte, desde el Cirio los fieles fueron encendiendo sus velas para luego escuchar, con sus velas prendidas, el anuncio de la Resurrección en el Pregón Pascual. Enseguida se proclamaron las lecturas bíblicas y salmos que recorren los principales hitos de la historia de la Salvación.
En esta eucaristía los fieles renovaron sus promesas bautismales y recibieron la bendición con el agua de la nueva vida en Cristo.
Homilía de nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla
Los evangelistas, como también nosotros, no tenían lenguaje para relatar el hecho tan extraordinario de la resurrección del Señor y recurren a la Biblia, a sus símbolos, para expresar algo de esta novedad absoluta: el ángel del Señor, sus vestidos blancos y radiantes…
Nadie vio salir de la tumba al Señor, porque no se trataba de una reanimación como la de Lázaro o la de la hija de Jairo. Jesús, al resucitar, entraba en la Gloria del Padre. Por eso el signo de su Resurrexion es una tumba vacía, como quien dice, una cárcel deshabitada. La roca que sellaba definitivamente el triunfo de la muerte ha sido quitada. La vida está en otro lugar. Y es nuestra esperanza.
Esta noche santa y victoriosa hace rodar todas las piedras de nuestros sepulcros y entramos con Cristo, nuestro hermano y Señor, en la vida nueva por la fuerza de su Espíritu. Ya, desde ahora, por la fe, participamos de su vida inmortal, de su comunión con el Padre.
Las Marías abrazaron los pies del resucitado, porque comprendieron bien que la resurrección del Señor abre el camino de un nuevo seguimiento. El Señor resucitó para nuestra vida y nos invita a seguir con humildad sus huellas, a vivir resucitados.
¡Muy bendecida Pascua del Señor! y nuestra gratitud a todos quienes colaboraron generosamente en las celebraciones de esta semana santa.
Evangelio (Mateo 28, 1-10)
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspeco era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.
El Ángel dijo a las mujeres: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.
No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba y vayan en seguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán”. Esto es lo que tenía que decirles”.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de Él. Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.






