Nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos ofrece su homilía para este Domingo.
En toda la Iglesia celebramos este domingo la fiesta de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Es un gesto de comunión con el sucesor de Pedro, ya que esta basílica es la sede del obispo de Roma.
El evangelio nos lleva a profundizar el sentido del templo, como un espacio físico de encuentro con Dios y los hermanos en la fe. Aquí adoramos a Dios, celebramos la liturgia de alabanza y nos reunimos como un pueblo consagrado. El templo es un signo de la presencia de Dios entre nosotros, representa a Jesucristo mismo. Él ha sido enviado al mundo como presencia palpable y visible de Dios con nosotros, es el Emmanuel. Su cuerpo es el templo por excelencia, luego, todo templo nos recuerda la presencia de Cristo en medio de nosotros. De ahí nace la actitud religiosa en la que uno viene a un templo; y caracteriza el comportamiento apropiado dentro de un templo. Vivimos en una cultura que ha desacralizado el mundo, por lo tanto, los templos cumplen una función pedagógica muy importante. El templo nos indica el sentido de lo sagrado, el sentido de lo trascendente, el sentido de Dios en la vida y eso es muy importante para comprender que toda persona humana es también templo de Dios, con su infinita dignidad personal. Hoy, más que nunca, en que los templos son incendiados impunemente, tenemos la responsabilidad de cultivar el sentido de lo sagrado. Por ejemplo, si llego atrasado a la Eucaristía trataré de no ingresar por el centro del templo; si el sacerdote está pronunciando la bendición o más aún está consagrando, prestaré roda la atención debida. Me preocupo de no conversar, respeto el lugar de adoración y de silencio como pocos hay en la ciudad, espacio de calma y de paz. También nosotros podemos hacernos cómplices de anular las cosas más santas que el Señor nos ha dado.
¿Qué actitud adecuada debo tener para una celebración, que exprese lo sagrado que estoy realizando? ¿Cómo podemos impregnar la vida diaria del sentido de Dios?
Evangelio (Juan 2, 13-22)
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó las mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”.
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “El celo por tu Casa me consumirá”.
Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”.
Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y Tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero Él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que Él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

