La siguiente es la homilía que nos comparte nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, en este Domingo que coincide con la memoria de nuestros fieles difuntos.
Se trata de una fiesta eclesiológica, es decir, expresa la realidad profunda de la Iglesia, constituida por el bautismo y por la gracia, como un cuerpo, en que cada uno es miembro del otro en la comunión del Espíritu Santo. Para esta fiesta escuchamos al capítulo 11 de san Juan: la reanimación de Lázaro es el último signo que presenta san Juan antes de la pasión del Señor, de hecho, este signo desencadenará la muerte de Jesús.
Contemplamos al Señor ante la muerte, realidad que a todos nos afecta, la muerte de los seres queridos y la muerte propia. El Señor reanimó a Lázaro, devolvió la vida a un amigo con lo cual revela su identidad más profunda: Él es la vida y la da en abundancia. Decimos reanimación para distinguirla de la resurrección, son cosas distintas. Lázaro fue devuelto a esta vida mortal, la resurrección es la participación en la plenitud de la vida eterna. Y esa es nuestra esperanza, el signo propio de la fe cristiana: la victoria del Señor sobre la muerte y el pecado.
Hermosa fiesta que nos pone en comunión de fe y de vida con los que hemos amado en este mundo, en una intercesión y ayuda mutua. Todos en espera de la resurrección gloriosa al fin de los tiempos. Esta esperanza nos impulsa a reanimar la vida donde se encuentra debilitada o amenazada. Nos recuerda que somos en el mundo servidores del don de la vida y de la esperanza.
Evangelio (Juan 11, 17-27)
Al llegar a Betania, Jesús se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta le respondió: “Se que resucitará en la resurrección del último día”.
Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” Ella le respondió: “Si, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”.

