La siguiente es la homilía de nuestro párroco para este Domingo, el XXVII del tiempo litúrgico ordinario.
Este evangelio se ha encarnado en un dicho popular que dice «La fe mueve montañas» y de eso se trata.
Pero a la petición de los discípulos «auméntanos la fe», Jesús no responde en la lógica de la cantidad, de tener más o menos fe, sino en términos de calidad. Por eso debemos preguntarnos qué es la fe finalmente y dónde radica su poder. Para eso nos ilumina la parábola del amo y el esclavo. Y, claro, hay una cosa ahí normal para el tiempo, por qué el amo tendría que sentirse agradecido de la labor que le toca hacer al esclavo. Culmina diciendo «cuando ustedes terminen de hacer lo que tienen que hacer digan ´esclavos inútiles somos no hemos hecho sino lo mandado´. En verdad, el esclavo no es inútil, hace lo que se necesita. En el caso del discípulo de Cristo, tampoco es que el Señor nos considere buenos para nada o inútiles, sino que tiene que ver con nuestra actitud interior en el servicio. Con la humildad, es decir, que al hacer lo que hemos hecho sintamos que somos siervos inútiles en cuanto solo hemos respondido, nada más que correspondido al gran don que nos precede, al don de la gracia, de la fe y de Cristo.
Por eso, entonces, la fe es una cuestión de obediencia, de descubrir profundamente lo que Dios quiere de cada uno de nosotros y de la sociedad y al unirnos a esa voluntad, entonces la fe tiene un poder enorme y puede mover montañas, porque Dios quien las mueve y nosotros nos adherimos con nuestra voluntad. La fe no se mide a sí misma, se expresa como adhesión al querer de Dios, un querer colaborar con toda la vida en el proyecto del Padre y del Reino. Cómo podemos hacerlo, en primer lugar, por medio de la oración, una oración que nace del diálogo con Dios en las Escrituras Sagradas, oración que nace de escuchar a Dios y conversar con Él con las palabras que él mismo nos dirige. En segundo lugar mediante el discernimiento en la vida, en la historia con los ojos abiertos para ver cuándo el amor nos impele a actuar, donde se hace concreto el amor a Dios y al prójimo, son caminos que van unidos y brotan de la fe: oración discernimiento y compromiso.
Evangelio (Lucas 17,3b-10)
Dijo el Señor a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ´Me arrepiento”, perdónalo´.
Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ´Arráncate de raíz y plántate en el mar´, ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: ´Ven pronto y siéntate a la mesa´? ¿No le dirá más bien: ´Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después´? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ´Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber´”.
