Nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía para este Domingo, el XIX del tiempo litúrgico Ordinario.
¡No temas rebañito mío! Es la voz de ternura de nuestro bello pastor. Ese pequeño rebaño somos la Iglesia y la razón para no temer es que el Padre ha querido colmar nuestra pequeñez con su Reino.
El Señor conoce los peligros, las amenazas y las tentaciones de su rebaño, conoce todos los temores que enfrenta nuestra pequeñez. Cuántas veces nos sentimos superados por las dificultades, inquietos y preocupados. No tenemos las fuerzas suficientes para el combate de la fe.
Pero esta pequeñez lleva un secreto: centrar el corazón en lo esencial. El don de Dios es nuestro tesoro y nuestra fortaleza. Pero no al modo de este mundo, como defendidos, sino como quienes esperan un encuentro maravilloso. Esperar nos hace vigilantes a esa llegada e impide que se nos adormezca el corazón. Ante la oscuridad del tiempo, no temer y esperar que el Reino, que hoy acogemos en nuestra pequeñez, un día será un encuentro eterno.
Evangelio (Lucas 12, 32-48)
Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”
Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”
El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquél a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: “Mi señor tardará en llegar”, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
