El pbro. Juan Francisco Pinilla, párroco de La Santa Cruz – Ñuñoa, nos comparte su homilía en este Domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad.
Ante tantas noticias de corrupción y deshonestidad, la fiesta de la Santísima Trinidad nos centra en la verdad. La verdad existe. Dios es verdadero, más aún, Dios es la verdad. Y ¿qué verdad nos dice Dios de sí mismo? Que su profunda identidad es amor, comunión de amor en la diferencia. Dios se nos ha regalado en su Hijo hecho hombre, Jesucristo. Cristo nuestro Señor es revelación del Padre eterno, no como una mera noticia acerca de Dios, sino que con el envío del Espíritu Santo, se trata de una invitación a ser verdaderos hijos e hijas de Dios.
Como creador y redentor del ser humano, la Trinidad santa es nuestra fuente de vida y nuestra meta. En Dios está nuestra propia verdad. Es en Dios que logramos saber quiénes somos y para qué existimos.
Por eso esta fiesta de la Trinidad toca nuestros anhelos más profundos de comunión y de amor eterno. De ahí nace el trabajo por la paz, por la dignidad de cada vida, por la familia, la justicia y el progreso. La Trinidad no es un rompecabezas intelectual, sino vida en abundancia y alegría. La Trinidad es la verdad más profunda inscrita en todo lo que existe.
Evangelio (Juan 16, 12-15)
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
