La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este IV Domingo de Pascua.
Ponerse o estar en la manos de alguien es confiar la vida en esa persona. Las manos del pastor son vitales para su rebaño. Jesús asegura que son unas manos valientes y seguras. En el fondo, sus benditas manos son las manos del mismo Padre Dios. La misma mano que nos ha creado, nos ha salvado.
Esas manos bondadosas de Jesús nos han mostrado al Dios eterno e invisible. Por eso sus ovejas escuchan su voz, allí descubren el amor del Padre Dios. Pero escuchar es seguirlo continuamente, porque el Padre no es una mera palabra, es la fuente de la vida. Jesús nos da vida eterna.
De este pastoreo brota el servicio de los pastores en la Iglesia. Nuestros pastores cuidan que sigamos la voz del buen pastor y participemos de su vida divina. Es la tarea principal del sucesor de Pedro.
Adhiramos con fe al ministerio del papa León y tratemos de estar atentos a la voz del pastor que nos viene de su enseñanza. Que el papado permanezca en sudamérica es un honor y una gran responsabilidad para toda la Iglesia y un gran impulso misionero al servicio del mundo.
Evangelio (Juan 10, 27-30).
Jesús dijo: Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa.
