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Nuestra eucaristía, un servicio a Chile

Con la eucaristía de la Cena del Señor, iniciamos el Triduo Pascual en la parroquia de La Santa Cruz – Ñuñoa, santuario de san Expedito. En la oportunidad nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, lavó los pies a seis niños de la comunidad.

El p. Pinilla nos comparte la homilía que nos regaló en esta eucaristía:

La eucaristía del jueves santo nos lleva a la mesa de la última cena; allí Jesús ha realizado una señal pedagógica para sus apóstoles. Esta cena quedará como un memorial para siempre, es decir, algo mucho más grande que un mero recuerdo del pasado. El Señor creó los sacramentos para nosotros. Son actos cargados de simbolismo, mediante los cuales Dios se hace realmente presente en la Iglesia.

Cuando el Señor dice: Les he dado ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo, está definiendo la vida cristiana en su raíz. Repetir este gesto supone recordar lo que Él hizo, pero también y sobre todo, participar de algo que ocurre hoy. El sacramento hace que Él siga realizando el humilde servicio del lavado de los pies, pero ahora a través de nuestro servicio para los demás. Es la obra del Espíritu Santo, Señor y Dador de vida.

La eucaristía que celebramos en su memoria sigue realizando en el mundo su amor hasta el extremo. Un amor como servicio.

El Señor nos sigue reuniendo en torno a su mesa, nutriéndonos hasta que vuelva, y nos envía como servidores de la vida al mundo. Por eso, la eucaristía es también un servicio a nuestra patria. Allí se aprende lo que es el amor, el servicio y la gratitud. Cada vez que participamos en la misa, nuestra convivencia se regenera, salimos de la soledad, se planta el amor y la compasión en la sociedad. Se realiza la salvación del mundo.

Evangelio (Juan 13, 1-15)

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. 

Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.

Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?” Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. “No, le dijo Pedro, ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!” Jesús le respondió: “Si Yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. “Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”

Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”.

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si Yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes”.

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Imágenes John Marín. Más imágenes en album de Facebook