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La confianza, primera y última tarea de la vida

La siguiente es la homilía de nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, XXVII del tiempo litúrgico común.

Las lecturas de este Domingo no parecen ser políticamente correctas para la gran mayoría de la gente. No se amoldan a lo que se considera moderno. Pero es Palabra de Dios para darnos vida.

En su respuesta a la cuestión del divorcio, Jesús remite al «principio», es decir, al proyecto divino sobre el ser humano y lo contrasta con la «dureza del corazón». De esta manera, el plan originario de Dios, un sueño de comunión, es ahora un plan salvador, un rescate del corazón. Eso es lo esencial.

El plan del principio señala entonces un ideal de vida, una añoranza que nos indica lo correcto en las complejas circunstancias de nuestras decisiones. El Espíritu Santo mueve nuestro corazón para que podamos entrar en el Reino de Dios. La fidelidad al proyecto de Dios será cuestión de docilidad, a imagen del corazón de los niños. La maestría de este aprendizaje es la infancia espiritual. Precisamente fue la misión de santa Teresita del Niño Jesús para nuestro tiempo, enseñarnos la audacia de la confianza, de su «caminito» espiritual de la fe.

Y esa confianza es la primera tarea de la vida como también la última. El correlato humano-divino a la revelación del plan de Dios es confiar. Siendo además la desconfianza la madre de la modernidad. Aprendemos sistemáticamente a no confiar, quitando todo apoyo natural a la fe. Y sin confianza se destruye el amor y la sociedad.

Confiar en la Palabra de Dios es confiar en su sabiduría infinita. Y esto es una elección. Al final, siempre decidimos a partir de una confianza. A cada cual le toca elegir donde apoyarse para hallar la verdad y una vida consecuente.

Evangelio (Marcos 10, 2-16)

Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?

Él les respondió: ¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?

Ellos dijeron: Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella.

Entonces Jesús les respondió: Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, “Dios los hizo varón y mujer”. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne”. De manera que ya no son dos, “sino una sola carne”. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.

Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.

Él les dijo: El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio.

Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo:

Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

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