En este Domingo, el vigésimo primero del tiempo litúrgico común, nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía.
A cada instante estamos realizando decisiones, nuestra libertad se expresa en las decisiones. Hay algunas más superficiales y rutinarias, y hay otras más profundas, que dan una orientación al conjunto de la vida. Esa es la decisión del corazón.
Y la decisión nos orienta en un solo sentido. No podemos optar por dos cosas al mismo tiempo.
Las crisis de la vida son momentos de decisiones muy profundas. Se debe elegir un camino. Así lo vivió Israel en su historia, tener que optar por el Dios de la libertad una y otra vez.
En el evangelio, al final del largo discurso del pan de vida, ante palabras que son difíciles de entender, se produjo una crisis en los discípulos, que afectó también al núcleo de los Apóstoles. Pedro responde desde su fe. Responde desde su convicción más profunda: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios».
Es la pregunta para nosotros hoy. A pesar de las dificultades y tropiezos, a pesar de lo arduo del camino de creer y de la fidelidad, podemos decir con Pedro: ¿y a dónde iríamos en búsqueda de una palabra cierta, que nos dé esperanza y nos anime a vivir?
Jesús es palabra de vida eterna y nos invita a nutrirnos de su persona, de su carne, es decir de su ser aparentemente frágil y de su sangre, o sea, de su propia vida divina. Es el fruto de la Eucaristía. Asimilar a Cristo para ser asimilados por Él en la resurrección, en la vida perdurable. Y no olvidar que nuestras decisiones personales repercuten siempre en los demás. Nadie decide solo.
Evangelio (Juan 6, 60-69)
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo:
“¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve.
Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen”.
En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”
Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
