Nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía para este Domingo, el XIX del tiempo litúrgico común.
«Les aseguro: el que cree tiene vida eterna».
Cuando oímos vida eterna pensamos en la vida que esperamos después de la muerte; sin embargo, para el Señor es la vida de la fe: el que cree tiene, ahora, en el presente, vida eterna. ¿Cómo es esto?
El evangelio de este Domingo subraya muchas veces «vida», no morir y resucitar. ¿Qué es entonces la fe, qué es creer en Jesús? Cuando decimos «tengo fe», estamos diciendo: «vivo esta vida en Jesús resucitado». No solo con Jesús, como compañero de viaje hacia el Padre Dios, sino en Él, es decir: participamos ya ahora de su vida inmortal. En este mundo, aunque de manera parcial y todavía imperfecta, pero atravesando la frontera de la muerte, nos aguarda una plenitud de conocimiento y de amor.
Pero, ¿qué es esta vida eterna? Vida en plenitud y eso es el amor. Por el bautismo se nos regaló este amor de Dios para amar con su amor a los demás: el don de la caridad, amor que se da sin cesar. Por lo tanto, al creyente en Dios se le reconoce no por los rezos, en primer lugar, sino porque ama y sirve sin cansancio, recordemos el himno de san Pablo a los Corintios.
Lo contrario es la muerte eterna, o sea, el infierno. Una frustración perpetua, un encierro sin salida.
Lo que tampoco se da solo después de morir, también en el presente hay infierno.
Jesús se nos regala como pan de vida eterna, la comunión de vida con Él es el antídoto de inmortalidad.
Evangelio (Juan 6, 41-51)
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: “Yo he bajado del cielo?””
Jesús tomó la palabra y les dijo:
“No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y Yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas:
“Todos serán instruidos por Dios”. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo Él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

