La siguiente es la homilía preparada por nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para el Domingo XXXII del Tiempo Ordinario.
El evangelio nos trae este Domingo una historia de contrastes. Se desarrolla al modo de una una fábula con su moraleja final. Se nos cuenta una bella invitación que, para cinco de las diez vírgenes, se transformó en una gran frustración: la de las vírgenes tontas (necias), el original dice: locas (morai), aquellas que no lograron entrar a la boda. Y la causa fue no prever el aceite para la vigilia, como sí hicieron las otras cinco prudentes. La conclusión: ¡gregoreite! Lo digo en griego porque todos conocemos el nombre Gregorio, que significa vigía. Gregoreite: Vigilen, estén alerta, pongan todo de su parte para esperar al esposo, porque no se sabe la hora de su llegada.
Acercándonos al fin del año litúrgico, la Iglesia nos hace levantar ya la mirada hacia la segunda venida del Señor. Lo que fortalece el sentido de nuestra vida como una gran esperanza. Vivimos en espera de un encuentro del amor pleno.
Y eso pone en marcha la «inteligencia» cristiana, la creatividad propia del amor y de la caridad, como lo rezamos durante el mes de María, renovar las hermosas virtudes de la vida cristiana: la paciencia, la humildad, el amor puro a Dios y a los hermanos…
¿Qué significa hoy, para cada uno y como comunidad, provisionar el aceite? ¿Qué es hoy mirar al futuro con una esperanza activa? ¿Cómo nos preparamos el encuentro con el Señor de la vida, el Esposo tan Amado?
Evangelio (Mateo 25, 1-13)
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: “Ya viene el esposo, salgan a su encuentro”.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: “¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?” Pero éstas les respondieron: “No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado”.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: “Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió: “Les aseguro que no las conozco”.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
