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Se necesita personal con urgencia

La siguiente es la homilía que nos comparte nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, el undécimo del tiempo ordinario.

«Rueguen, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

En la base del lenguaje religioso de Israel hay una cultura agrícola. Del humilde y esforzado trabajo de la tierra, necesario para vivir, ha tomado las imágenes de la obra de Dios.

Nosotros estamos lejos de la experiencia personal de ese esfuerzo. Nuestro contacto con la tierra se reduce a la feria y al supermercado. Pero podemos comprender las imágenes llenas de un sentido muy profundo. Precisamente, cultura viene de cultivo. Es decir, de una interacción de la tierra y la actividad humana, dañada también por el pecado, cuyas consecuencias son globales. Esta relación expresada en el cultivo y la cosecha, no se reduce a la producción, sino que implica mucho más. El amor, la dedicación, la esperanza, el sentido de todo el esfuerzo, que afecta a la tierra y a la persona… ambos se desgastan y todo por la alegría del fruto. Y eso es la cosecha. El fruto de una esperanza en medio de todos los imponderables del clima y las plagas… ¡quién no se maravilló de niño al ver germinar un poroto en un frasco con algodón!

Todas estos trabajos y esperanzas, los cuidados y preocupaciones, las pérdidas y ganancias… representan el trabajo divino de nuestra salvación. ¡Quién habría imaginado al Dios santo y todopoderoso sudando como un labrador! Es el Dios de Israel, incansable y apasionado en su labor.

Así, el evangelio nos trae un ruego y una misión. Hoy, se evidencia más que nunca la necesidad de trabajadores para la cosecha. El Reinado de Dios busca personal de manera urgente. La cosecha es del Señor, y asocia a su tarea a personas libres y comprometidas.

¡¡Podríamos celebrar hoy el día del compromiso por el Reino!!

Una invitación abierta y permanente.

Los que ya participan de la cosecha, reciben su «autoridad», entendida como validación, aquello que autentifica.  Y son las señales que indican donde reina Dios: donde una persona es liberada del mal, donde  la vida encuentra protección… donde la vida importa… lo que denuncia también donde se olvida a Dios o se le niega…

Roguemos pues, no solo pensando en otros, sino ante todo, por nuestro compromiso y labor.

Evangelio (Mateo   9, 35—10, 8)

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:

La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de sanar cualquier enfermedad o dolencia.

Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones:

No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.

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