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Poner en acción la alegría del Reino

Nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, nos comparte su homilía para este Domingo, IV del Tiempo Ordinario.

Mi padre, de niño, me decía que no se había escrito nada más grande que las bienaventuranzas. Él nos comentaba el evangelio en la mesa…

Si recordamos la Marsellesa, cuando canta: Marchons, marchons … vamos, vamos, ese es el tono de este poema del Reino. Allez, allez… muévanse!

Es el himno del resto fiel de Israel. La consigna del triunfo sobre la prepotencia, la corrupción y la crueldad humana. Es el canto de los olvidados y oprimidos de la historia. Una invitación a ponerse en marcha. A reconocer que las humillaciones del presente son prenda de la victoria sobre el mal. Los que no cuentan, esos son los príncipes del Reino, los patroncitos que llamaba el p. Hurtado. El himno de la bienaventuranzas del Reino es la novena sinfonía de la alegría, el avance del mundo como lo ve el Señor.

La invitación de este evangelio es, entonces, a entrar en esta alegría de la predilección divina, a marchar por la senda de la fe y de la esperanza.

Nada de resignación pasiva. Al contrario, a poner en acción la alegría del Reino, que se funda en los humildes de corazón puro y los obreros de la paz y la justicia de cada día.

Evangelio (Mateo  4, 25—5, 12)

Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.

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