Noticias

Catequesis sobre el Espíritu Santo

En este día de Pentecostés, queremos recordar la primera catequesis que el papa Francisco nos regaló sobre el Espíritu Santo, en mayo de 2013 cuando comenzaba su Pontificado.

¿Quién es el Espíritu Santo? En el Credo profesamos con fe: «Creo en el Espíritu Santo que es Señor y da la vida». Esto significa que Él es verdaderamente Dios como lo es el Padre y el Hijo, por eso lo adoramos y glorificamos junto al Padre y al Hijo. El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad; es el gran don de Cristo Resucitado que abre nuestra mente y nuestro corazón a la fe en Jesús como Hijo enviado por el Padre y que nos guía a la amistad, a la comunión con Dios.

El Espíritu Santo es el manantial inagotable de la vida de Dios en nosotros. El ser humano de todos los tiempos y de todos los lugares desea una vida plena y bella, justa y buena, que no esté amenazada por la muerte, sino que madure y crezca hasta su plenitud. El hombre y la mujer somos como un peregrino que, atravesando los desiertos de la vida, tenemos sed de un agua viva fluyente y fresca, capaz de saciar en profundidad nuestro deseo profundo de luz, amor, belleza y paz. Todos sentimos este deseo. Y Jesús nos regala esta agua viva que prometió a la Samaritana: esa agua es el Espíritu Santo, que procede del Padre y que Jesús derrama en nuestros corazones. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante», nos dice Jesús.

En la Carta a los Romanos encontramos esta expresión: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado». El «agua viva», el Espíritu Santo, Don del Resucitado que habita en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos transforma porque nos hace partícipes de la vida misma de Dios que es Amor.  Por ello, el Apóstol Pablo afirma que la vida del cristiano está animada por el Espíritu y por sus frutos, que son «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí». El Espíritu Santo nos introduce en la vida divina como «hijos en el Hijo Unigénito». En otro pasaje de la Carta a los Romanos, san Pablo lo sintetiza con estas palabras: «Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues… han recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos “Abbá, Padre”. Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con Él, seremos también glorificados con Él». 

Este es el don precioso que el Espíritu Santo trae a nuestro corazón: la vida misma de Dios, vida de auténticos hijos e hijas, una relación de confidencia, de libertad y de confianza en el amor y en la misericordia de Dios. Esta relación tiene como efecto una mirada nueva de nosotros hacia los demás, cercanos y lejanos, a quienes ahora podemos contemplar como hermanos y hermanas en Jesús, personas a quienes hemos de respetar y amar. 

El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como la vivió Cristo, a comprender la vida como la comprendió Cristo. El agua viva que es el Espíritu sacia la sed de nuestra vida porque nos dice que somos amados por Dios como hijos e hijas, que podemos amar a Dios como sus hijos que somos y que con su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús. 

Y nosotros, ¿escuchamos al Espíritu Santo? ¿Qué nos dice el Espíritu Santo? Nos dice esto: Dios te ama, Dios quiere siempre tu bien. Dejémonos guiar por el Espíritu Santo, dejemos que Él nos hable al corazón y nos diga esto: Dios es amor, Dios nos espera, Dios es el Padre, nos ama como verdadero papá, nos ama de verdad.  Escuchemos al Espíritu Santo que nos habla al corazón y sigamos adelante por este camino del amor, de la misericordia y del perdón. 

(Tomado de la Audiencia General del 8 de mayo de 2013)

PARROQUIA DE LA SANTA CRUZ – ÑUÑOA
SANTUARIO DE SAN EXPEDITO

Solemnidad de Pentecostés, 19 de mayo de 2024