La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, el segundo del tiempo litúrgico común.
¿Qué significa esta abundancia de vino que contrasta con la escasez inicial? ¿Qué significó este signo para la fe de los discípulos?
El evangelio nos trae uno de los pocos diálogos de Jesús con su madre. Ella presenta al Señor una situación de falencia muy concreta y doméstica.
Jesús entiende por el vino «su hora», una manifestación de «su gloria». Este signo será un adelanto de su cruz, donde nuevamente comparece su madre. La auténtica boda que está ocurriendo es el cumplimiento de la Alianza de Dios con su Pueblo. Jesús, como el esposo, entregará su sangre en la hora de su glorificación. La madre representa, por su fe, la respuesta fiel de la esposa-Pueblo de Dios.
La eucaristía que celebramos nos lleva siempre a Caná de Galilea, al inicio de los signos, y nos invita a reconocer más allá de las especies del pan y del vino, la presencia del Señor glorificado. Vamos a Caná no como simples espectadores, sino obedeciendo a María, prontos a hacer lo que el Señor nos diga. Cada cual puede colaborar para que ocurra en el mundo esta abundancia de vida y de amor.
Evangelio (Juan 2, 1-11)
Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que Él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”.
Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.
