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Bendición familiar de pesebres y coronas de Adviento

Presentamos el sentido de estos elementos que nos ayudan a preparar la Navidad y ofrecemos oraciones para su bendición en familia.

La corona de Adviento

Los orígenes de la corona de Adviento se remontan a costumbres pre-cristianas de algunos pueblos germánicos que confeccionaban coronas con ramas verdes y encendían fuego en medio de un diciembre oscuro y frío, como una forma de avivar entre ellos la esperanza, con vistas a la llegada de la primavera. El mensaje cristiano le dio un nuevo sentido a esta costumbre en la espera de Navidad: el nacimiento de Jesús alumbra la existencia humana y le da sentido a nuestra vida. Es la misma Luz que nos muestra el camino de la Resurrección: en Cristo toda oscuridad ha sido vencida. 

La corona de Adviento es una forma visible de vivir y celebrar nuestra espera del Hijo de Dios, en templos y capillas de parroquias y comunidades, también en nuestros hogares. Se construye con ramas verdes y en ella se insertan cuatro velas (para unirse al tiempo litúrgico, se sugiere que tres sean moradas y una rosada) que se van encendiendo, una a una, a partir del primer domingo de Adviento. La proclamación del Evangelio es un momento propicio para encender cada vela en la iglesia, lo que se puede replicar en casa junto a una oración o canto en el almuerzo o cena familiar del respectivo domingo. La vela rosada se reserva para el tercer domingo y representa el gozo que nos anticipa la venida del Salvador.

La corona de Adviento tiene forma circular, en señal del amor de Dios que no tiene principio ni fin. La forman ramas verdes que reflejan esperanza y vida. Las cuatro velas nos evocan el camino que recorrió el pueblo de Israel en espera de la Tierra Prometida, una iluminación progresiva desde la primera tiniebla del pecado hasta el día gozoso en que “el pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz” (Is 9,2). 

El pesebre

Dios mismo inventó el pesebre, porque Él quiso que Su Hijo naciera en una modesta pesebrera de Belén, rodeado de unos humildes pastores, de animales y de la naturaleza.

Se cuenta que San Francisco de Asís hizo una representación en vivo del nacimiento de Jesús en el año 1223, instaurando una costumbre primero entre los franciscanos y luego entre las monjas clarisas.

Desde Europa esa tradición llegó a América. En el siglo XVII comenzó a hacerse costumbre en las iglesias de nuestro continente la instalación de un pesebre con figuras frente a los altares.

A las imágenes de la Virgen, San José y el Niño, se agregaban los Reyes Magos y los pastores y algunos animales. Toda la comunidad ayudaba a prepararlo con tierra, ripio, arena, género, arpillera encolada y aserrín, entre otros materiales.

En Chile, progresivamente se incluyeron algunos elementos propios de nuestra cultura y geografía: trigo en fuentes de greda con tierra, canastos de mimbre, chupallas, frutos secos, etc. En algunos lugares se ponían juguetes tradicionales junto al niño (trompos, emboques, runrunes, caballitos de madera, matracas, palitroques, carretillas).

Frente al pesebre las familias dejaban regalos: primero eran los productos de las mismas familias (frutas, verduras, platos de comida). Luego regalos para los niños de menos recursos.

Hoy, en muchas iglesias las comunidades se esmeran por preparar un bello pesebre usando todo tipo de materiales, bambú, piedras, plantas, arena, tierra, etc.

Pero también esta tradición ha llegado a los hogares. En muchas familias progresivamente el pesebre ha pasado a convertirse en el símbolo principal de la Navidad. El árbol y los demás adornos tienen sentido cuando miran hacia el pesebre: cuando miran hacia Jesús.

Bendición de la Corona de Adviento

Infunde, Señor, tu Gracia en nuestros corazones
y derrama tu bendición sobre esta Corona de Adviento,
humilde ofrenda de ramas y cirios
que acompaña el caminar de tu Iglesia
en la espera de la venida de Tu Hijo,
Luz de Vida y Salvación para el mundo.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Bendición del Pesebre

Señor Dios, Padre nuestro,
que tanto amaste al mundo
que nos entregaste a tu Hijo único
nacido de María la Virgen, dígnate bendecir este pesebre,
a la familia que lo acogerá y a la comunidad cristiana aquí presente
para que las imágenes de este nacimiento
ayuden a profundizar en la fe
a los adultos y a los niños.
Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

(Canto: Ven, Señor, no tardes)