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Abramos nuestro corazón a la luz de la verdad

La siguiente es la homilía de nuestro párroco para este Domingo, el vigésimo tercero del Tiempo común.

Con Ezequiel tocamos el fin de Jerusalén el año 587 a.C. La desintegración de un pueblo, como unidad, ha llevado al despertar del sentido de la responsabilidad personal. La salvación colectiva prometida al Pueblo elegido, asume ahora el rostro de la salvación personal. Por eso el profeta es un vigilante, quien alerta ante un ataque enemigo, pero su misión se dirige a la respuesta personal, él solo es un mediador, no el responsable final de tu vida.

Esto nos conduce al evangelio llamado de la corrección fraterna. «Si tu hermano o hermana peca», es decir, si se aparta del camino de la salvación, tienes que actuar, personal y hasta comunitariamente si es preciso. Porque esa persona está en peligro de muerte eterna al perder la comunión con Dios.

El horizonte de la corrección es entonces la salvación, es decir, la adhesión plena a la voluntad de Dios. Hay que alertar a tiempo del peligro.

Hemos comentado anteriormente que «atar y desatar» es la imagen hebrea del discernimiento. Para nosotros, el lugar del discernimiento es la historia. Y hay que discernir porque todos tenemos ojos propios, una óptica propia. Y para enfocar la mirada se requiere el ajuste que logra el diálogo con otras miradas. Nadie puede erigirse como la única mirada, ni menos imponerla a los demás. La comprensión de las cosas se da a los corazones que se abren a la luz de la verdad. Por eso, la verdadera corrección parte por el ajuste del propio corazón y las cuentas de la propia responsabilidad, en todo lo que ocurre. Desde la confesión de la verdad personal puede surgir una palabra que no juzga, que no condena farisaicamente, sino que aporta luz para la conversión a la voluntad de Dios.

Concluye el evangelio con una promesa de esperanza y una certidumbre que hace todo posible: «Yo estoy en medio de ustedes».

Evangelio (Mateo 18, 15-20)

Jesús dijo a sus discípulos:

Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.

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